El matrimonio, el divorcio y las segundas nupcias


Parte 1: El matrimonio


"Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él. (...) Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él. Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne" (Génesis 2.18, 20–24).



A. El origen del matrimonio


Los versículos citados arriba nos explican cómo fue establecido el primer matrimonio. El propósito de este primer matrimonio fue para que Adán tuviera una compañera que lo ayudara. Dios había dicho:"Le haré ayuda idónea para él". ¿A qué se refería Dios al decir que ella sería una "ayuda idónea" para Adán?


No fue, como piensan algunos, principalmente para que ella hiciera los trabajos de la casa, pues ¿qué necesidad tenían de una casa? No hacía frío; no hacía calor; no llovía.... Tampoco fue para que ella le lavara la ropa a Adán, pues no había ropa antes de que ellos pecaran.


Dios hizo que Eva fuera una ayuda idónea para Adán. Idóneo quiere decir "propio para una cosa". Eva fue propia para Adán; es decir, ella pudo ayudarle exactamente en las áreas de su vida donde él necesitaba ayuda. En lo que Adán pensaba sólo con la lógica, Eva contribuía con una perspectiva intuitiva mucho mejor. En cuanto a Adán, él proveyó la fuerza, pero Eva añadió la ternura.


Además, Dios creó a Eva para que, al habitar con Adán, diera a luz hijos. De otra manera hubiera sido imposible que el género humano cumpliera con el primer mandamiento que Dios les dio: "Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla" (Génesis 1.28).


Dios le dio a Adán precisamente la compañera que lo capacitara al ayudarle a cumplir con el propósito que Dios tenía para él. Dios aún tiene un propósito para nosotros. Y aún él nos da las compañeras y los compañeros que necesitamos para cumplir con este propósito.


B. El orden del matrimonio


"Dios no es Dios de confusión, sino de paz" (1 Corintios 14.33). Si yo escogiera una sola palabra que mejor describiera el matrimonio típico latinoamericano, sería ésta: confusión. La confusión matrimonial abunda en todos lados: el enojo, la pereza, la irresponsabilidad, el adulterio, el divorcio, el abandono.... No hace mucho hablé con una señora cuyo yerno había abandonado a su esposa tres veces. Esta terrible situación no se desarrolló en un solo día. Había existido una serie de conflictos, excusas y engaños.


¿De qué brota tal desorden y confusión matrimonial?


Generalmente no se puede culpar sólo a una sola parte. Más bien brota de lo que voy a llamar "una cultura de indiferencia" hacia lo que Dios dice en cuanto al orden del matrimonio. ¿De qué hablo al decir "una cultura de indiferencia"? Permítame explicárselo:


Hace como cuatro meses, yo platiqué con un señor peruano que jamás había conocido antes. Nuestra conversación se desarrolló más o menos de la siguiente manera. Primero, él me preguntó:


-- Y esa tela que lleva su mujer en la cabeza, ¿para qué la lleva?


-- Bueno, eso lo lleva porque obedece a lo que dice en Primera de Corintios capítulo 11.


-- Pero ¿para qué sirve?


-- Bueno, su velo tiene varios propósitos: cubre modestamente su cabello largo; además, es señal de su sumisión al hombre....


Al mencionar esa palabra anatema, sumisión, el peruano se despertó de a tiro. Arqueó las cejas y respondió con indignación:


-- Mire, la mujer puede ser todo lo que es el hombre. Ella puede ser patrona, jefe, policía...aun puede ser presidenta del país -- . Y al platicar más en cuanto a lo que dice la Biblia sobre este asunto, fue evidente que este señor estimaba más su propia lógica que lo que Dios dice en cuanto al orden matrimonial.


Y este señor no está solo. He escuchado a varias personas que profesan estar de acuerdo con lo que dice la Biblia en cuanto al orden matrimonial. Sin embargo, en cuanto se refieren a su propio matrimonio, entonces presentan excusas: "Mi marido no es muy capaz." "Mi señora no cumple su parte."


A esto es a lo yo llamo toda una "cultura de indeferencia" al orden matrimonial establecido por Dios. Y toda una cultura no se cambia pronto ni fácilmente. Tendrá que cambiarse de corazón en corazón, persona en persona, pareja en pareja, congregación en congregación.... Pero puedo predecir confiadamente que a medida que nuestra cultura se cambie a una "cultura de atención" a las instrucciones de Dios, la confusión en nuestros matrimonios será reemplazada con paz, amor, placer, fidelidad y acciones de gracias al sabio Creador del matrimonio.


Exactamente ¿cuál es el orden matrimonial que Dios ha establecido? No voy a escribirlo aquí, pues usted debe buscarlo en su propia Biblia. Ahí Dios se lo revela más claramente que yo pudiera revelárselo en este artículo. El orden matrimonial establecido por Dios se encuentra principalmente en tres pasajes bíblicos. Búsquelos ahora en:


            • Efesios 5.22-23


            • 1 Timoteo 2.8-15


            • 1 Pedro 3.1-7


Y no vaya a decirme lo que me dijo un amigo mío.... Él me dijo que estos pasajes sólo tratan de costumbres culturales que ya no existen y que los mismos de ninguna manera constituyen principios que sean vigentes para todo tiempo.


La verdad es que estos pasajes bíblicos hablan de principios que los escritores basaron en el acto de la creación, el pecado original, el ejemplo de Sara (quien vivió miles de años antes de la cultura contemporánea de los escritores) y en la relación entre Cristo y su pueblo. Todas estas bases traspasan la cultura y la costumbre de cualquier país para alcanzarnos hoy día en dondequiera que vivamos. ¿Acaso nos creemos más sabios que nuestro Creador? ¿Le permitiremos cambiar nuestra "cultura de indiferencia" a una cultura de atención a él?


C. Los propósitos del matrimonio


Nosotros, a la hora de analizar el éxito de nuestras relaciones con otros (permítame decírselo francamente), somos bien egoístas. Por ejemplo, si usted me pregunta a mí cómo va mi matrimonio, de momento pienso en que si yo estoy feliz o no. De repente pienso en que si yo estoy sacando de mi matrimonio lo que yo necesito. No pienso primeramente en que si mi esposa está feliz. No pienso primeramente en que si mi matrimonio está cumpliendo los propósitos de Dios. Claro, después yo pienso en estas cosas, pero requiere esfuerzo.


Debemos esforzarnos por asegurar que nuestros matrimonios estén cumpliendo los propósitos de Dios. ¿Cuáles son esos propósitos?


1. Un testimonio a la comunidad acerca del poder sobrenatural de Dios


Dios quiere que nuestros matrimonios demuestren ante nuestra comunidad su poder sobrenatural. Pero, ¿cómo este poder se demuestra en la vida de una pareja?


Bueno, se requiere del poder sobrenatural de Dios para siempre preocuparme más por el bien de mi esposa que por mis propios intereses. Se requiere el poder de Dios para ayudar a bañar a los hijos cuando más me gustaría salir con mis amigos. Requiere el poder de Dios trabajar todos los días para proveer para mi esposa en vez de hacer lo que me gusta. Para mi esposa requiere el poder de Dios que ella apoye la convicción que Dios me ha dado en cuanto a disciplinar a nuestros hijos, aun en los casos donde ella no esté de acuerdo conmigo. Y requiere el poder de Dios de manera que nosotros protejamos a nuestros hijos de las influencias dañinas, cuando sería muy fácil dejarlos correr a dondequiera.


Y en el caso de un marido incrédulo e irresponsable, el poder de Dios en la vida de su esposa, capacitándole a sujetarse a él en silencio y sin "predicarle", es el testimonio más fuerte que ella jamás puede dar: "Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa" (1 Pedro 3.1-2).


Dios quiere mostrar, por medio de un matrimonio armonioso, su poder sobrenatural. ¡Qué testimonio más fuerte ante el mundo! (Véase Tito 4-5.)


2. Figura de la relación entre Jesús y su pueblo


El segundo propósito que Dios tiene para nuestros matrimonios es que muestren ante nuestra comunidad la relación entre Jesús y su pueblo. Efesios 5.22-23 nos explica esa relación. Fíjese en lo que Jesús hizo por nosotros: Se entregó a sí mismo hasta la muerte para santificarnos, purificarnos y presentarnos a sí mismo, perfectos. El marido fiel demuestra a la comunidad lo que esto significa en la vida diaria. Él sacrifica sus propios intereses y placeres para proveer al bien de su esposa, declarándola (aunque imperfecta que sea) como la compañera perfecta de Dios para él. ¡Qué seguridad esto le da a su esposa! ¡Qué testimonio práctico ante la comunidad del amor de Cristo hacia nosotros!


Fíjese también en la reverencia del pueblo verdadero de Cristo hacia él. Efesios 5.22-24 dice que Cristo es la cabeza de su iglesia, y esa iglesia está sujeta a él. La esposa fiel muestra a la comunidad lo que esto significa en la vida diaria. Ella estima a su esposo como a su cabeza, permitiendo que él dirija en todo, aun cuando él no esté muy dispuesto a dirigir. ¡Qué motivación esto le da a su marido a cumplir con su responsabilidad! ¡Qué testimonio práctico de cómo el verdadero pueblo de Cristo se sujeta a él!


Dios es fiel. Él siempre cumple sus promesas. Dios dijo al pueblo de Israel: "¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti" (Isaías 49.15).


Al casarnos nos prometimos ser fieles a nuestro cónyuge en tiempos difíciles así como en los tiempos cuando todo va bien. Pero cuando aparece algún desacuerdo, entonces pronto muchos se justifican para serles infieles a sus cónyuges. ¡Cuántas excusas presentan para establecer que fue la culpa de su cónyuge que todo se desbarató! Sin embargo, la infidelidad a nuestro cónyuge siempre es infidelidad matrimonial. Y ¡cómo le duele al corazón de Dios cuando mostramos ante nuestra comunidad un ejemplo torcido de su carácter fiel! Hasta le repugna tener que escuchar nuestras excusas. Fíjese en los siguientes testimonios bíblicos de la fidelidad de Dios.


            "Jehová, (...) tu fidelidad alcanza hasta las nubes" (Salmo 36.5).


            "Poderoso eres, Jehová, y tu fidelidad te rodea" (Salmo 89.8).


            "De generación en generación es tu fidelidad" (Salmo 119.90).


            "Y te desposaré conmigo en fidelidad, y conocerás a Jehová" (Oseas 2.20).


            "Fiel es el que os llama, el cual también lo hará" (1 Tesalonicenses 5.24).


            "Si fuéremos infieles, él permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo" (2 Timoteo 2.13).


            "Fiel es el que prometió" (Hebreos 10.23).


En una sociedad que se excusa del todo en cuanto a su responsabilidad matrimonial, ¿se mantendrá usted fiel a su esposa, sin importar cómo ella le trate?


Anteriormente hablé acerca del peruano que estimaba más su propia lógica que la voz de Dios. Ya casi al final de nuestra conversación (pues hablamos durante varias horas), él había cambiado en el espíritu de su actitud. No digo que había cambiado de opinión, pero ya no mostraba tanta confianza en la suya. Al despedirnos, él mostró como cierta desgana de partir. Nuestra oración a Dios es que este señor haya visto en nuestro matrimonio la evidencia de un poder sobrenatural que puede manar solamente de Dios. Al ser así, nuestro matrimonio no habrá sido en vano.


Parte 2: El divorcio


"No seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio" (Malaquías 2.15-16).



Hemos visto que es el plan de Dios que mi matrimonio y el suyo representen la fidelidad de Dios en la tierra. Esto se hace cuando nosotros como cónyuges nos entregamos únicamente el uno al otro, pase lo que pase, hasta la muerte. En tal cuadro obviamente no cabe el divorcio. Lo cierto es no solamente yo, sino casi todos mis amigos evangélicos estaríamos muy de acuerdo que el divorcio no es bueno.


Sin embargo, cuando se relaciona con su propio matrimonio o con el matrimonio de sus conocidos, yo encuentro que muy a menudo mis amigos evangélicos ponen excusas por los divorcios que hay en su medio. En la primera parte de este artículo, nosotros llamamos a esta actitud una "cultura de indiferencia" con relación a los mandamientos de Dios. Rogamos que Dios pueda usar esta parte sobre el divorcio para efectuar un cambio, primero en nuestras vidas personales y luego a nivel familiar, congregacional e inclusive nacional, cambiando nuestra "cultura de indiferencia" en una "cultura de atención" a lo que Dios manda.


Pues, ¿qué es lo que Dios nos manda con relación al divorcio? En primer lugar, pongámonos de acuerdo en un punto muy esencial: Dios aborrece el divorcio. Él así lo dice en Malaquías 2.15-16. Dios aborrece cualquier infidelidad a los pactos o contratos en los que hemos entrado. ¿Cómo no va a aborrecer también la infidelidad a los votos matrimoniales? En esto están de acuerdo todos los evangélicos, ¿verdad? A nadie le gusta el divorcio.


Pero no siempre estamos de acuerdo cuando aparecen situaciones matrimoniales difíciles. Por ejemplo, si mi cónyuge quebranta su parte del contrato matrimonial, ¿estoy libre entonces de tener que seguir cumpliendo con mi parte? ¿Acaso no existen situaciones donde Dios puede bendecir un divorcio? Y si las hay, ¿cuáles son?


Para contestar estas preguntas, vamos a tratar de despegarnos de todas las emociones y toda la polémica que siempre acompaña a este asunto, para que veamos con claridad cuál sea el corazón de Dios para su pueblo con respecto a esta cuestión.


A. ¿Por qué Dios aborrece el divorcio?


Hemos visto que Dios aborrece el divorcio. Pero, ¿por qué lo aborrece? ¿Qué hay en el corazón de Dios que hace que él sienta tanta repugnancia hacia el divorcio? Primeramente, es porque....


1. El divorcio rompe el significado simbólico del matrimonio


Dios nos ha dicho que la relación matrimonial es figura de la relación entre Dios y su pueblo. Lo cierto es que al leer Malaquías capítulo 2 se hace difícil ver en cuáles versículos Dios está hablando de la relación entre un hombre y su mujer y dónde está hablando de la relación entre Dios y su pueblo Israel. Esto es porque ¡ambas relaciones son muy semejantes! En ambos casos, Dios requiere una fidelidad absoluta.


¿Qué de nosotros, maridos? ¿Acaso nosotros vivimos con nuestras esposas de tal forma que representamos sinceramente la fidelidad de Dios para con su pueblo? Y ustedes, esposas, ¿reflejan la fidelidad del verdadero pueblo de Dios para con él al vivir con sus maridos?


Dios siempre cumple sus promesas. La Biblia dice que él no puede mentir. La fidelidad de Dios es una parte integral de su carácter. Es su corazón.


En fin, Dios aborrece el divorcio porque el mismo constituye una burla descarada ante los mundanos de la fidelidad de Dios. Además, Dios lo aborrece porque....


2. El divorcio es un intento de romper lo que Dios juntó


En Mateo 19.3 los fariseos le preguntaron a Jesús: "¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?" Jesús les respondió en los versículos 4-6: "¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre."


Efectivamente, yo no creo que el divorcio rompa el lazo matrimonial ante Dios, pues Romanos 7.1-3 dice que el matrimonio es de por vida. Pero ante los ojos de los hombres, el divorcio sí rompe el matrimonio. Los cónyuges divorciados viven separados, desafiando de esa manera al Dios altísimo que los creó y los juntó en una sola carne. ¡Esto no debe ser!


Además, Dios aborrece el divorcio porque....


3. El divorcio demuestra otro espíritu que no es el de Jesús


Jesús vino a este mundo como Príncipe de paz. Pedro escribió esto acerca de lo que Jesús hizo mientras anduvo aquí en la tierra: "Cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente" (1 Pedro 2.23). Luego Pedro nos amonesta en 1 Pedro 4.19: "De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien".


Por lo general, el divorcio es directamente opuesto a este espíritu que demostró Jesús. El divorcio es una reacción. Sólo mencionar la posibilidad del divorcio a su cónyuge es una manera de amenazar. El divorcio clama: "Yo tengo derecho a vivir mi propia vida como yo la quiero vivir". Por eso, Dios aborrece el divorcio. Además, lo aborrece porque....


4. El divorcio priva a los hijos de un ambiente seguro


Los especialistas muchas veces están equivocados, pero en cuanto a esto que voy a escribir, yo no creo que lo estén: Ellos dicen que los hijos de padres divorciados tienden a la delincuencia. Son más propensos al robo, al homicidio y a un sinfín de crímenes. Las calles y las cárceles están llenas de jóvenes delincuentes que son el producto de hogares donde sus padres se divorciaron. Satanás toma la ventaja y aprieta cada vez más a estos jóvenes con sus lazos del vicio. ¿Cuántas pobres personas poblarán el infierno como resultado de padres que se divorciaron?


No sabemos. Pero las siguientes palabras de Jesús acerca de los que hacen tropezar a los "pequeños" deben alarmarnos: "Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar" (Mateo 18.6). Dios aborrece el divorcio porque hace tropezar a los hijos.


Además, Dios lo aborrece porque....


5. El divorcio engendra más divorcio


No hace tantos años que el divorcio casi no se conocía en los Estados Unidos. Pero ahora el mismo corre desenfrenado. Se dice que por cada cien matrimonios, casi unos cincuenta de ellos terminan con el divorcio.


¿Por qué ha cambiado tanto este tema desde la época de mis abuelos? ¿Será que ahora hay menos religión de la que había en ese tiempo? No, no lo creo. Resulta que los Estados Unidos es un país bastante religioso hasta ahora. Además, las estadísticas demuestran que en las regiones de este país que son más religiosas, ¡el nivel de divorcio es más alto que en las menos religiosas!


¿Será entonces que hoy día la gente se esfuerza menos que antes para salvar los matrimonios? Tampoco lo creo. Lo cierto es que en la actualidad existen más instituciones que nunca que ofrecen orientación matrimonial. El divorcio no le gusta a nadie.


¿Será entonces que es más fácil que antes obtener un divorcio legal? Sí, es más fácil, y estoy seguro que esto es un factor determinante en el aumento en las tasas de divorcio de este país. Sin embargo, no creo que sea el factor principal, porque nuestra congregación y muchas otras que conozco vivimos en el mismo tiempo y bajo las mismas leyes fáciles del estado, y estamos completamente libres del divorcio. ¿Por qué? Porque nuestros padres no sembraron el divorcio; por tanto, hoy día no lo estamos cosechando en nuestra congregación.


El divorcio corre tan desenfrenado hoy día porque la generación actual está cosechando lo que sembraron sus padres; y es una cosecha bastante amarga. La generación anterior y la que la antecedió sembraron el divorcio al abrir la puerta (aunque inicialmente la abrieron sólo un poquito) a la posibilidad de salir de matrimonios difíciles por medio del divorcio. Lo que pasa en nuestra generación da testimonio a la veracidad de lo que dice la Biblia: "No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará" (Gálatas 6.7).


Existe también otra manera en que el divorcio engendra más divorcio. Dios instituyó el contrato matrimonial para la seguridad emocional de los cónyuges. ¿Qué pasa entonces si surge una disputa entre las personas casadas y ambas partes saben que si no pueden llegar a un acuerdo, el divorcio va a ser una opción? ¡Exactamente! ¡Esa posibilidad les quita a los cónyuges la propia seguridad que el matrimonio debería proveerles cuando pasan por dificultades matrimoniales!


Pensemos ahora en la próxima generación. Se dice que los hijos de padres divorciados se divorcian con más regularidad. De aquí a veinte años, ¿qué pasará con los matrimonios de nuestros hijos? ¡Volvamos, pues, a Dios! ¡Clamemos a él por su misericordia! ¡Dejemos de traicionar a nuestros cónyuges y a nuestros hijos!


B. ¿Pero será que Dios aborrece todo divorcio?


En Mateo 5.32 y 19.9 Jesús dijo una frase que ha sido motivo de numerosas disputas entre los evangélicos. He aquí la frase (en letra negrita), citada de Mateo 5.32: "Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere". Aquí presento tres maneras de interpretar esta frase:


1. Unos piensan que la frase "a no ser por causa de fornicación" se refiere a la costumbre de las parejas judías de desposarse o darse palabra de casamiento unos meses antes de la boda. Durante ese período de desposados, la gente se refería a ellos como "marido" y "mujer", aunque jamás habían vivido juntos. En tal caso, si se hallaba que la mujer le había sido infiel a su "esposo", entonces él no debía casarse con ella. Todo esto era antes de consumar el matrimonio. Tal fue el caso con José y María, los padres de Jesús. Ya que María se halló embarazada antes que ambos vivieran juntos, José pensó repudiarla (véase Mateo 1.18-25).


2. Otros piensan que esta frase trata la situación donde uno de los cónyuges fornica regularmente, y que en tal caso el cónyuge fiel se volvería partícipe con el pecado al seguir viviendo con él o con ella.


3. Aun otros piensan que esta frase da derecho al cónyuge "inocente" a divorciarse del otro cónyuge por casi cualquier infidelidad matrimonial. Millares de evangélicos se han aprovechado de esta interpretación para así justificar su propio divorcio.


Ahora bien, ¿qué realmente quiso decir Jesús con la frase "...a no ser por causa de fornicación"?


Considérelo de esa manera. En Mateo 19 los fariseos le habían preguntado a Jesús: "¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?" Jesús claramente estableció una norma MÁS EXIGENTE que la de la ley de Moisés, pues dijo que "por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así".


Pero sucede que hoy día muchos evangélicos se aprovechan de la frase de Jesús, "a no ser por causa de fornicación", permitiendo MÁS DIVORCIO de lo que permitió Moisés. ¡Abundan los pastores evangélicos que no sólo permiten el divorcio, sino que hasta aconsejan a sus miembros que se divorcien!


Además, hoy día muchas iglesias evangélicas permiten que las mujeres se divorcien de sus maridos. ¡Esto ni lo permitió Moisés! Toda referencia al divorcio en el Antiguo Testamento se refiere al marido que se divorcia de su mujer. No hay excepción alguna. (Busque en su Biblia si no lo cree. Supongo que sea porque Cristo, nuestro novio, tiene derecho a divorciarse de su pueblo infiel, pero su pueblo no debe nunca divorciarse de él, pues él es siempre fiel.)


Las interpretaciones uno y dos concuerdan con el intento de Jesús, así como con las demás escrituras sobre este asunto. La interpretación número uno es muy común entre los anabaptistas conservadores de hoy. La interpretación número dos es la que comúnmente abrazaron los primeros cristianos después de los apóstoles. La interpretación número tres es un instrumento en las manos de Satanás para obrar en contra de Dios.


Con todo, si en algunos casos Jesús permitió la separación, nunca hallamos que él permitiera las segundas nupcias a menos que uno de los dos cónyuges haya muerto. Trataremos ese tema en la próxima parte.


Parte 3: Las segundas nupcias


Palabras de Jesús: "Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio" (Marcos 10.11-12).



Hasta aquí he tratado del matrimonio y el divorcio. He hablado en cuanto a lo que denomino una "cultura de indiferencia" a lo que Dios dice con respecto al matrimonio y el divorcio. Dicha cultura la hemos creado nosotros mismos...y la confusión matrimonial en que nos encontramos ahora es producto de la misma.


Al decir "cultura de indiferencia" me refiero a nuestra manera de pensar, hablar y actuar cuando enfrentamos dificultades matrimoniales. Por ejemplo, casi todas las personas que se llaman "cristianas" asienten a la verdad que el matrimonio es de por vida. Sin embargo, tan pronto se hallan hundidos en problemas matrimoniales difíciles de resolver, muchos presentan pretextos por los que esperan encontrar la manera de disolver su matrimonio antes que Dios lo disuelva con la muerte. Todo parece indicar que una gran mayoría cree que lo que Dios dice se puede cambiar de aquí para allá para adaptarse a su situación. Esto es a lo que yo llamo toda una "cultura de indiferencia" a los mandamientos de Dios.


En esta parte de este artículo voy a tratar acerca de las segundas nupcias. Pero antes de continuar con esta parte, vamos a repasar once puntos principales que vimos acerca del matrimonio y el divorcio:


1. A medida que nuestra cultura cambie a una "cultura de atención" a las instrucciones de Dios, la confusión en nuestros matrimonios será reemplazada con paz, amor, placer y fidelidad.


2. Dios quiere que nuestro matrimonio sea un testimonio a la comunidad acerca del poder sobrenatural de Dios en las relaciones humanas.


3. Dios quiere que nuestro matrimonio sea un ejemplo de la relación entre Jesús y su pueblo.


4. Dios quiere que nuestro matrimonio sea una demostración del carácter de Dios.


5. Dios aborrece el divorcio porque el divorcio rompe el significado simbólico del matrimonio.


6. Dios aborrece el divorcio porque el divorcio rompe lo que Dios juntó.


7. Dios aborrece el divorcio porque el divorcio demuestra otro espíritu que el de Jesús.


8. Dios aborrece el divorcio porque el divorcio priva a los hijos de un ambiente seguro donde se puedan desarrollar.


9. Dios aborrece el divorcio porque el divorcio engendra más divorcio.


10. Esta frase que se ha hecho popular en boca de muchos y que dijo Jesús, "a no ser por causa de fornicación" (Mateo 5.32 y 19.9), no da derecho al cónyuge "inocente" a divorciarse de su pareja por cualquier molesto que le esté causando.


11. Si en algunos casos de infidelidad conyugal Jesús dio lugar a la separación, nosotros nunca hallamos que él permitió las segundas nupcias mientras el cónyuge anterior todavía estaba con vida.


Este último punto es el que trato de abordar ahora. Así que, ante todo veamos cuáles son las propias palabras de Jesús y del apóstol Pablo sobre este tema:


Mateo 5.32 (Jesús dice): "Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio."


Mateo 19.9 (Jesús dice): "Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera."


Marcos 10.11-12 (Jesús dice): "Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio."


Lucas 16.18 (Jesús dice): "Todo el que repudia a su mujer, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera."


Romanos 7.2-3 (escribe el apóstol Pablo): "Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido. Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera."


1 Corintios 7.10-11 (escribe el apóstol Pablo): "Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer."


¡Todo está muy claro! A menos que muera el cónyuge de uno (la primera persona con quien contrajimos matrimonio por primera vez), casarse de nuevo queda completamente prohibido por el Nuevo Testamento. (Si encuentras algunos versículos en el Nuevo Testamento que expongan lo contrario a estos que aparecen aquí, por favor, escríbelos y envíanoslos.)


Sin embargo, muchos de nosotros conocemos a personas que se han casado por segunda vez y que sus cónyuges anteriores todavía viven. ¿Qué hacer en tales casos? En muchos casos estas segundas nupcias ya han producido familias enteras. Existe el caso de jóvenes que se casan por capricho, viven como marido y mujer por un tiempo y luego deciden separarse al concluir que no debían haberse casado por un motivo o por otro. Lo cierto es que muchas de estas personas obtienen el certificado del divorcio civil, encuentran al cónyuge "correcto", y viven aparentemente felices por veinte, treinta o aun cuarenta años antes de convertirse al Señor. ¿Qué deben hacer tales personas?


Conozco a personas que afirman que las segundas nupcias, aunque no debían haberse contraído, siempre son matrimonios legítimos y que por tanto no se deben deshacer. Hay iglesias que afirman que los matrimonios que se contrajeron antes de convertirse la pareja pueden ser anulados, pero cualquier matrimonio que se contrae después de la conversión es legítimo. Y también están los que reconocen que las segundas nupcias no son correctas, pero argumentan que no se deben deshacer debido a que lo incorrecto de privar a los hijos de la seguridad de un hogar contrapesa lo incorrecto de seguir en las segundas nupcias.


Yo he escuchado todas estas cosas y muchas otras más. Pero a pesar de todos estos pretextos, tú te darás cuenta que el Nuevo Testamento sigue prohibiendo las segundas nupcias. Reconozco que el Nuevo Testamento no dice específicamente qué se debe hacer cuando ya se hayan contraído las segundas nupcias. Pero igualmente reconozco que el que quiere más que todo hacer la voluntad de Dios podrá hallar la manera de hacerla y estoy completamente convencido que al hacerla Dios le bendecirá tremendamente. He aquí tres razones por las cuales deben ser anuladas todas las segundas nupcias que se contraen mientras vive el primer cónyuge:


1. La persona que se casa por segunda vez no sólo comete adulterio al momento de casarse, sino que entra a una relación adúltera. Esto se ve en Romanos 7.3 donde dice que la mujer casada "si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera". Además, Jesús dijo en Marcos 10.11-12 que el hombre que se divorcia de su mujer y se casa con otra comete adulterio contra ella; es decir, contra su mujer. Esto es cierto debido a que su primera esposa es su mujer verdadera, porque Dios los ha unido en uno (véase Mateo 19.6). Y según Romanos 7.2-3 la única cosa que rompe esa unión es la muerte. El adulterio que se comete contra el cónyuge verdadero consiste en la relación adúltera que se mantiene viviendo en las segundas nupcias.


2. Jesús lo expuso de forma más clara en Mateo 19.6 donde demuestra que la razón por la que los cónyuges verdaderos no deben separarse es porque Dios los une en una sola carne. ¿Crees tú que Dios aprueba la unión de los que se casan por segunda vez, viendo que él mismo dice que al hacerlo ellos cometen adulterio? ¡Imposible!


3. Continuar viviendo en las segundas nupcias sólo echa leña al fuego perverso de la "cultura de indiferencia" a lo que Dios dice. Y ese fuego está quemando las meras raíces de la sociedad y la así llamada "iglesia de Dios" en el mundo.


Para los que en este momento estén considerando casarse de nuevo mientras viva su verdadero cónyuge (la pareja del primer matrimonio), les hago esta pregunta: ¿Qué motivo tendrán ustedes de no hacerlo si después de todo pueden casarse, arrepentirse, confesar lo que han hecho...y seguir viviendo juntos como si fueran esposos verdaderos? Tal acción definitivamente no constituye un verdadero arrepentimiento. Además, Dios no tiene por costumbre poner leyes y luego cuando le desobedecemos, decir: "Está bien, no importa; pueden seguir en su pecado sin consecuencia..."


Yo reconozco que es difícil anular una relación aparentemente feliz. Reconozco también que esto representa una dificultad tremenda para los hijos que han venido a este mundo como resultado de las segundas nupcias. Me han llamado loco por "interesarme más por lo que Dios dice que por el 'bien' de los hijos". Pero en medio de toda la confusión y la burla he visto una persona acá y otra allá que han salido de las relaciones adúlteras de sus segundas nupcias y, ¿sabes qué? ¡Dios ha obrado poderosamente a su favor! ¡A Dios le place darnos la gracia para pasar por las dificultades que tenemos que enfrentar al dejar de pecar y al empezar a caminar con él!


Amigo lector, si tú te encuentras enredado en una relación adúltera, ¡ten ánimo! Dios tiene un camino por donde tú puedes caminar haciendo su voluntad. Y ese camino, por difícil que sea, te llevará a la vida eterna. Recuerda, el mejor camino muchas veces no es el más fácil. ¡Pero siempre es el mejor! Es el mejor camino para el bien de la sociedad; es el mejor camino para el bien del pueblo de Dios; es el mejor camino para el bien de la generación que nos sigue; es el mejor camino para los hijos que se encuentran en medio de la confusión que muchos han creado; y ¡es el mejor camino para todos! Por favor, escoge el mejor camino. No adoptes el criterio de los necios que rechazan el mejor camino sólo porque es más difícil que el camino que les lleva directo al infierno.


Si tú decides que vas a dejar atrás la "cultura de indiferencia" a lo que Dios dice y vas a empezar a ponerle atención a Dios, te aseguro que no serás ni el primero ni el único en escoger el mejor camino en lo que se relaciona con este tema. En el Antiguo Testamento, en Esdras 9 y 10, el pueblo de Dios vivía bajo leyes matrimoniales bastante diferentes de las que Jesús nos ha dado a nosotros. Sin embargo, ellos habían fracasado como lo han hecho muchos en la actualidad. No obstante, según Esdras 9 y 10, ellos fueron capaces de dejar atrás su "cultura de indiferencia" y se aferraron a Dios. Estas personas lloraron amargamente. Además, todos ellos se postraron delante de Dios y confesaron sus pecados. Todos allí sintieron mucho temor a causa del asunto tan serio en que se habían metido. Y allí mismo ellos hicieron un pacto con Dios para obedecerle a pesar del precio que tuvieron que pagar por hacerlo. ¿Qué hicieron? En este caso ellos despidieron a las mujeres extranjeras que habían tomado por esposas, contrario a las leyes de Dios. Y así apartaron de sí el ardor de la ira de Dios (véase Esdras 10.14).


"Por favor, Dios, ¡ten misericordia de nosotros! Hemos pecado tan gravemente como Israel en Esdras 9 y 10. Confesamos que no hemos hecho caso a tu clara dirección en el Nuevo Testamento. Confesamos que nos hemos enredado completamente en una enorme masa de confusión matrimonial. ¡Hemos traicionado a nuestros hijos! Y frente a las advertencias dadas por tu Hijo Jesucristo y tus santos apóstoles, nosotros hemos persistido en nuestra rebeldía. Por favor, Dios, ¡ten misericordia de nosotros! Ayúdanos a arrepentirnos de nuestra rebeldía y a dejar de pecar para que tú puedas librarnos de las garras de la inmoralidad."


Estimado amigo, aún hay esperanza para el actual pueblo de Dios. Levantémonos y hagamos pacto con nuestro Dios que jamás escogeremos el camino que nos convenga a nosotros, sino que continuaremos en el que él nos ha trazado.


-- Rodney Q. Mast


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